jueves, 19 de junio de 2014

Benditas Montañas

Con Nuria Mobe en Barcelona.
De camino al trabajo un árbol flaco, alto y de flores lilas me da los buenos días. 
Que sea mudo no significa que no pueda hablar.

Ese árbol famélico preside la calle. Es más importante que la carretera, las aceras, los negocios, los bancos y los guiris color salmón, precisamente porque tiene flores lilas que saludan. Los pétalos secos van cayendo y forman una alfombra dispersa a su alrededor, sobre las baldosas. El árbol trata así de expandirse fuera de su cuadradito de tierra.

Es importante porque podría ser anecdótico y no queda en una nota al pie. Porque condensa la fuerza de los detalles. De los detalles que conviene elevar a la enésima potencia para convertirlos en titulares. 

El asunto de los detalles es simple. Se trata de inflar aquellos que están ahí como si alguien -Alguien- los hubiera puesto ahí para nosotros. No aquellos anodinos y vacíos de significado que si cobran demasiada fuerza, se transforman en la montaña sacada de un grano de arena.

Montañas, sí, gracias.
Pero montañas en forma de paisajes, no a modo de obstáculo insalvable. Montañas de las Cosas Buenas, no de las minucias cotidianas. Montañas de los jarrones que pintan el salón, no del autobús que se atrasa diez minutos o de lo que no está pefectamente ordenado y listo a la hora exacta.

Montañas auditivas, incluso. Si uno va por la calle con esta canción desparramándose en los oídos, se da cuenta que esas frases se le podrían dedicar a todas las mujeres. Que cada una es un árbol de colores vivos en mitad de la selva de cemento.

Porque al igual que de la suma de mujeres se compone la Mujer, del cúmulo de montañas crecen las Montañas de nuestra cabeza (benditas Montañas). De lo contrario, los números ganan a las palabras; los datos vencen a las ideas. Y sería de estúpidos vivir en un mundo donde la poesía viviera a la sombra de las ecuaciones de segundo grado.


Natalia Lafourcade, Mujer divina (homenaje a Agustín Lara).

"Mujer, mujer divina 
tienes el veneno que fascina en tu mirar. 
Mujer que no se olvida, 
tienes vibración de sonatina pasional. 

Tienes el perfume de un naranjo en flor, 
el altivo porte de una majestad. 
Sabes de los filtros que hay en el amor, 
tienes el hechizo de la liviandad. 

La divina magia de un atardecer
o la maravilla de la inspiración 
Tienes en el ritmo de tu ser 
todo el palpitar de una canción 
y eres la razón de mí existir, mujer".