miércoles, 11 de mayo de 2011

Opio


Degas, El ajenjo

En este país Marx tendría poco que decir sobre el opio del pueblo, porque no lo necesitamos. Hay una razón muy simple: cuando se es gilipollas no hace falta. En España caen las acciones de Telecinco cuando la ordinaria de Belén Esteban nos crea esperanzas y dice que dejará la pequeña pantalla. Nos harán ir a trabajar a los 67 con el tacataca y nos quejamos de la prohibición de fumar en los bares. Pero el asunto es que, a mayor cargo, más gilipollas se es en este país: incluso te dejan estar en el Constitucional por ello. Eso sí, sale un preso de ETA manifestando su apoyo a Bildu y aquí todos nos hacemos los suecos. Porque esto no quiere decir que tengan relación, no, qué va... Nos parece que sí porque llevamos los efectos del opio en los genes, porque somos un pelín cortitos.

Al menos podrían legalizarnos la absenta, como en Francia (donde, dicho sea de paso, los ciudadanos armaron la marimorena cuando se retrasó la edad de jubilación a los 62), y así nos colocaríamos con un poco de clase...