miércoles, 11 de mayo de 2011

Opio


Degas, El ajenjo

En este país Marx tendría poco que decir sobre el opio del pueblo, porque no lo necesitamos. Hay una razón muy simple: cuando se es gilipollas no hace falta. En España caen las acciones de Telecinco cuando la ordinaria de Belén Esteban nos crea esperanzas y dice que dejará la pequeña pantalla. Nos harán ir a trabajar a los 67 con el tacataca y nos quejamos de la prohibición de fumar en los bares. Pero el asunto es que, a mayor cargo, más gilipollas se es en este país: incluso te dejan estar en el Constitucional por ello. Eso sí, sale un preso de ETA manifestando su apoyo a Bildu y aquí todos nos hacemos los suecos. Porque esto no quiere decir que tengan relación, no, qué va... Nos parece que sí porque llevamos los efectos del opio en los genes, porque somos un pelín cortitos.

Al menos podrían legalizarnos la absenta, como en Francia (donde, dicho sea de paso, los ciudadanos armaron la marimorena cuando se retrasó la edad de jubilación a los 62), y así nos colocaríamos con un poco de clase...

domingo, 1 de mayo de 2011

Luz

Lo del Día de la Madre me parece absurdo en grado sumo porque todos los días del año son el Día de la Madre, debido a una sencilla razón: una madre nos da a luz cuando nacemos, pero nos da luz desde entonces. Y quien diga lo contrario miente.
Una madre nos da la vida una vez, pero nos la puede dar muchas, porque las madres tienen ciertas habilidades para resucitarnos cuando el mundo se da la voltereta. Habilidades que no sé yo si las aprenderán en las clases de preparación al parto, como la de saber muy bien dónde están las cosas en casa cuando nadie las encuentra (perdón por caer el los tópicos, pero es una verdad como un templo), o que su cerebro sea una base de datos que poco tiene que envidiar a la de la Nasa, y que incluye fechas que no aparecen marcadas en rojo en el calendario, números que no vienen en ninguna guía de teléfono y consejos que escapan a todo refranero. Por no hablar de que la tortilla de patata que hace una madre sabe mejor que cualquier manjar de restaurante de cinco tenedores.
Sea en forma de encuentro del pantalón perdido o de beso regalado sin falta de que haya una excusa para darlo, una madre consigue que cada día haya que hacerle un collar de macarrones, como hacíamos de chiquititos en el cole. “Mamá” se convierte en la palabra mágica aunque uno peine sus primeras canas.
Marta Vidán LópezArtículo publicado en la revista Calle Mayor (nº 459).